Resulta que esta -mi- estúpida responsabilidad se hace perezosa después del trabajo, y todo lo que quiere decir sobre esas canciones (o palabras, o gestos, o imágenes) se queda como un borrador pendiente -casi al abismo de publicarse- y, en consecuencia, inacabado.
Será que me pesa la conciencia en este otoño sepia y no quiero un día sin hojas en el suelo.
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